Si alguien nos defrauda, es su culpa por no cubrir nuestras
expectativas.
Porque siempre será más fácil culpar a otros, desligarnos de
las responsabilidades es más sencillo que afrontar la realidad.
Pero es ahí donde radica el problema. Las expectativas que
producimos para quienes nos rodean.
Pensamos de forma muy absurda que nos hacen
sufrir, que son los demás quienes tienen la culpa de que, por ejemplo, yo
fracase en el trabajo, la escuela o en mi vida amorosa.
Pero déjame decir que no es así. No es culpa de nadie más
que tuya. Tú, que pones altas expectativas en los que te rodean y cuando no las
cumplen dices con tanta seguridad “me defraudo”.
¿De verdad?
Nosotros somos quienes esperamos más, quienes queremos más
de lo que los demás pueden darnos.
Nos desligamos incluso de la posibilidad de ser felices
diciendo cosa como “si no tengo esto, no soy feliz, si no estoy con él/ella no
puedo vivir” ¿De verdad podemos llegar a pensar tal cosa?
Hasta donde yo sé eso es físicamente imposible. Sigo
respirando sino tengo algo o alguien.
Nuestra felicidad no depende de nadie más que de nosotros
mismos, si somos felices o no es nuestra jodida opción, si nuestra opción.
Podemos estar en un puto agujero y salir nosotros sólitos
de
él. Somos nuestro propio héroe, somos nuestra mejor opción.
Se le podrá llamar amor propio. Y soy de la fiel idea de que
para querer a alguien primero nos debemos querer nosotros mismos. Aceptar
nuestros defectos y entender que tanto virtudes como defectos nos convierten en
quien somos.
Ser feliz o no serlo es nuestra decisión, darle el poder a
otro para lastimarnos igual. Somos responsables de nosotros mismos.
Es muy difícil entender que no son los demás quienes nos
“defraudan, hieren…” somos nosotros al poner tan altas expectativas en los
demás.
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